Os quiero hablar hoy de una fiesta a la que asistí la pasada nochebuena, y las reflexiones que en mí originó.
La Fia Faia es una fiesta popular originalmente pagana, en que unas antorchas de hierbas enormes (hasta 3 o 4 metros de longitud), las Faias, son encendidas en una hoguera en el monte cercano al pueblo (la hoguera está en el punto por donde sale el sol, visto desde el pueblo) y son bajadas hasta el mismo, donde encienden a otras que las están esperando. Las Faias son llevadas en procesión a un par de plazas distintas del pueblo, que se llenan de llamas y humo, y a medida que se consumen se utilizan para formar hogueras en el suelo. Finalmente, se baila alrededor del fuego y se come coca con allioli de membrillo.
Esta es la descripción más o menos resumida, pero no es lo que a mi me parece interesante, sino el efecto que tuvo sobre mi. Vaya por delante que yo tenía un muy mal día por una(s) razón(es) muy concreta(s) que no hace falta tratar aquí.
Empezamos esperando a las antorchas al lado de la iglesia. Mientras observamos como los puntos de luz bajan de la montaña, suena una música medievaloide repetitiva tocada por instrumentos de viento de metal (creo) muy viva, que me pone en el estado de ánimo correcto para lo que vendrá después. Para cuando las Faias llegan al pueblo, yo ya estoy siguiendo el ritmo de la música a base de saltitos. Entonces pienso: ¡Eh! Esto es una fiesta del solsticio, ¿no? Se hace para evitar que las noches se sigan alargando. Simbólicamente, para expulsar la oscuridad. ¡Bien! ¡Así me la tomaré yo! Lo que está haciendo esta gente y de lo que yo participo me servirá también a mi.
Así, estuve todo el rato posterior bien cerca de las llamas, tragando humo sin importarme, porque de alguna manera eran un humo purificador y unas llamas preciosas con un gran componente simbólico (quemar lo malo, traer luz). Y al final de la fiesta bailé eufórico en corro alrededor del fuego con desconocidos y salté hogueras, cosa que es, o era, muy sorprendente en mi, de naturaleza timida.
Lo curioso del caso es que yo no soy una persona especialmente espiritual. La reflexión emocional (si es que tiene sentido decir esto) que me provocó fue posible precisamente porque me llegó a través de los sentimientos "simples": tristeza, alegría, etc.
¿Por qué no cala en mi el sentimiento de la religión? Tal vez sea porque la espiritualidad que se transmite en una misa, o al menos la que a mi me llega, es una emoción mucho más elaborada, o tal vez sea que se intenta transmitir en parte a través de la razón, y mi razón tiende a deconstruir muchas de las cosas que le son presentadas, desgastándolas con el tiempo. Parece que para llegar a mi espiritualidad hay que saltar por encima del muro de mi racionalidad, o colarse entre los resquicios, y la parte más puramente emocional de la religión, la mística de dios o como lo queramos llamar, es un sentimiento complejo, gordo y pesado, que no alcanza a pasar sobre esa pared y choca contra ella. (En cambio, la parte de valores altruistas de la religión católica me llega bien. No sé si es una emoción mucho más simple para mi o si directamente no encaja con mi razonamiento).
Para acabar, una foto del extremo de una Faia que me hipnotizó.
Como arde...
Pd: Una entrada un tanto rara, lo sé. Tengo frío, que me quita casi toda la concentración, y además no la he repasado. Ya lo haré.
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